Presentación de Los días del devenir en Santos Ochoa

Los días del devenir

Los días del devenir

Enlace al blog de Santos Ochoa.

El libro está a la venta en las cuatro librerías de Santos Ochoa en Logroño y también en Alicante, Benidorm, Cartagena, Orihuela, Soria, Torrelodones (Madrid), Torrevieja y Tudela. En la librería Taiga, en Toledo y en la librería Sinópsis de La Palma de Gran Canaria.
También puede comprarse online en Casa del libro, Amazon, Agapea y Todostuslibros.

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El reino de este mundo (Alejo Carpentier)

El reino de este mundo publicada en 1949 es una breve y espléndida novela histórica de Alejo Carpentier, que consta de cinco capítulos, ambientada en Haití durante el reinado de Enrique I, Henri Christophe; cuando Haití había dejado de ser ya (en 1804) una colonia francesa para convertirse en la primera república negra, con el primer rey del nuevo continente; personaje regio llevado por los excesos.

Leo: Henry antaño cocinero. Que hoy fundía monedas con sus iniciales, sobre la orgullosa divisa de Dios, mi causa y mí espada […] Varios toros eran degollados, cada día, para amasar con su sangre una mezcla que haría la fortaleza invulnerable.

Henry muy dado a los fastos, encargó la construcción de la Ciudadela Laferrière, la fortaleza más grande de América, situada en el monte conocido como el Gorro del Obispo, que bien podría, llegado el caso, convertirse en una ciudad en sí misma. Henry pondrá fin a su vida, cuando le vea las orejas al lobo de la rebelión, suicidándose. La reina María Luisa y dos hijas, las princesas Athenais y Amatista, habida cuenta de la ley Sálica vigente, debieron huir rumbo a Italia.

Aparece en estas páginas la hermana de Napoleón, Paulina, catadora de varones. La vemos viva, carne voluptuosa nacida para el goce y despreocupada, en la isla de la Tortuga viviendo su particular ensueño tropical y también muerta, convertida en frío mármol, en la Venus de Cánova, regalo del marido de Paulina, Camillo Borghesese.

En el éter flotan los virus, los miasmas letales, así el vómito negro que ultimará a Leclerc, el marido de Paulina en 1802, con treinta años. También la peste amarilla que irá diezmando a la población local, a las tropas francesas.

El hilo conductor de la historia es el personaje Ti Noel, que irá dando cuenta de la topografía haitiana: Ciudad del Cabo, Llanura del Norte, el Bois Caimän, en Saint-Domingue (actual Haití)…, del paisanaje local, sus mitologías y revueltas, de los nuevos hábitos que pondrán en marcha los Mulatos Republicanos, ya descabezado Henry, como el trabajo obligatorio.

Un final que pone el broche a una escritura de muy alto nivel, gracias a un rico lenguaje que convierte la lectura en toda una experiencia sensorial y que explicita lo real maravilloso, cuando Ti Noel pueda abandonar su condición humana para adoptar (con escaso éxito) la condición animal, un ganso por ejemplo, siguiendo los pasos del mandinga Mackandal que llevó a cabo su venganza de los blancos envenenando las aguas y que muchos esperaban ver regresar del más allá, bajo apariencia animal, después de ser chamuscado en la hoguera por los franceses.

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Romerías

El otro día en el Muwi mientras tocaban los grupos, más que prestar atención al cantante de los mismos, ya fuese Xoel, Cristina, Álbaro o Rodrigo, me fijaba en el resto de los miembros de la banda, en su gestualidad, en si disfrutaban o no con todo aquello. El cantante lleva la voz cantante y aglutina todas las miradas, ¿pero qué pasa con el resto de miembros de la banda? Pienso en ello después de leer esto de Jesús del Río en su novela No estaré aquí mañana.

Mi padre tiene la cabeza inclinada sobre su guitarra y se limita a tocar con evidente desgana algunos acordes apenas audibles.

Vemos a menudo a los músicos ocultarse detrás de las gafas de sol, de las gorras y sombreros, de un gesto duro y distante como si se tratase de una máscara. Nos resultaron graciosos los movimientos espasmódicos de Juan Aguirre detrás de Amaral, desplazándose por el escenario. En su caso sin gorra ni sombrero, sino con gorro de playa azulyblanconáutico, a pesar de que no brillaba el sol y la lluvia se afanaba en querer amargarnos las fiesta. Pensé que si regresase a a casa con uno gorro así en la jeró, me ponían las maletas en la puerta para que fuese, en términos finistérricos, rumbo hacia la Última Thule.

Ilusiona ver a alguien tan vivaracha como Amaral encima del escenario, tan alegre, sin que le pesen las dos décadas de carrera, al contrario, como si esa experiencia fuese un carro alado que de ella tirara. Si la memoria no me falla creo haber visto tocar a Amaral cuando publicaron su primer disco, Amaral, en 1998, en la discoteca Área 7, hoy conocida como Concept.
Pero la palma se la llevó Rodrigo Cuevas. Un espectáculo el suyo rebosante de alegría, humor, desparpajo y picardía, aderezado con voluptuosas coreografías y unos parlamentos entre canción y canción de lo más excitantes, incluso hubo víctimas lipotimiadas. Un espectáculo el de Rodrigo que obliga a reformularse indefectiblemente la idea que uno tenía de las romerías.

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A propósito de un tal Javier Marías (Michel Braudeau)

No muy lejos de mi domicilio, en un establecimiento de Cáritas, me proveo de libros que tienen un precio simbólico. A propósito de Javier Marías (con traducción de Antonio Iriarte) me costó medio euro. Libros que una vez leídos vuelvo a entregar en Cáritas o deposito en cualquiera de los puestos diseminados por la ciudad para el intercambio de libros.

Este libro de apenas sesenta páginas es la entrevista que Michael Braudeau mantuvo con Javier Marías en 2005. Es curioso comprobar cómo muchas de las cosas de las que se lamenta Javier, dos décadas después vuelven a estar encima de la mesa; antes con Zapatero y ahora con Sánchez. No parece tampoco que haya cambiado mucho la arena política, donde los cabezazos parecen reemplazar a menudo a la razón y el diálogo. Las mismas críticas dirigidas a la Iglesia en 2005, con un artículo en El Semanal que no le dejaron publicar y que supuso la salida de Marías del grupo Correo para recalar en El País, podrían hacerse también hoy.

Se lamenta aquí Marías de la falta de reconocimiento oficial, en forma de premios, pero reconoce tener un buen número de lectores, aunque siempre haya tenido que soportar, no obstante, críticas de todo tipo: desde que su prosa era fría, o demasiado apasionada, o hecha para mujeres, o que parecía un escritor inglés y poco español o que sencillamente escribía mal, quizás por su empeño en retorcer la sintaxis en sus obras.

Ya sabemos que cuando un escritor recibe el Nobel o bien la palma, le surgen lectores hasta debajo de las piedras. Así hoy, Marías, tras su muerte ha seguido sumando lectores con obras como Los enamoramientos, Berta Isla o Tomás Nevinson.

Marías también habla de su padre, el cual sufrió lo suyo con la dictadura franquista. Y reconoce que tuvo una buena niñez. No puede olvidarse de esa figura tutelar que para Marías fue Benet. Y hablando de su labor como traductor recuerdo que tengo pendiente de leer Tristram Shandy, que precisamente se me hace apetecible porque la traducción es obra de Marías.