Quería sentirme un peregrino más, al menos por unas horas. Aprovechando que el Camino de Santiago pasa por Logroño, partiendo de esta ciudad, me encaminé en bicicleta hacia Santo Domingo de la Calzada, sito a poco más de cuarenta kilómetros de Logroño. La salida se hace por el parque de la Grajera, para luego encaminarte hacia Navarrete. A la salida del pueblo de Navarrete recomiendo parar un momento a ver la puerta románica, en la entrada al cementerio, con la idea del tempus fugit en mente.
Sin entrar en Sotes, antes de llegar a Ventosa, el bello paisaje, mezclando sus verdes y amarillos ofrece a la vista del viajero un kilómetro artístico, con paneles fotográficos. En ellos vemos señoras charlando, una puerta azul en una fachada que se mimetiza con el paisaje, o fotos de época aferrada por una mano nervuda.
Había animación en Ventosa, a pesar de ser aún temprano, con La Mielería en su entrada. Subimos a ver la iglesia y me gustó una placita, en la cuesta que conduce a la iglesia, muy simpática, bajo el cartel de El Rincón de los abuelos.
En Nájera hicimos una parada junto al río. Los peregrinos de todas las nacionalidades (en el camino la mayoría eran asiáticos, muchos peregrinos de avanzada edad, como un grupo de “Grannies from Taiwan”) charlaban animadamente, hermanados en su peregrinaje, intercambiando anécdotas y peripecias de su viaje (comenzando en Roncesvalles, una vez en Logroño ya se han completado 136 kilómetros, aunque aún restan más de 600), que para algunos ya había sido completado más de una vez.
Luego el camino ofrece al ciclista algún momento en el que ha descender de la bicicleta ante el mal estado del firme y hacer ese corto tramo andando. Proseguimos luego hacia Azofra, la pista es ancha, y pica hacia arriba, para pasar luego delante del campo de golf de Cirueña y arribar finalmente a Santo Domingo de la Calzada.
Antes de llegar, por una pista que deja de ser de tierra, veo cómo la Torre Exenta compite en altura con un silo. Recomendable es echar un ojo a las bonitas vidrieras de la Catedral. A su vera, la referida Torre Exenta. Si alzamos la mirada al cielo raso, repararemos en un reloj, que data de 1780, restaurado en 2005 y todavía en uso.