No he visto la serie Black Mirror. Leí Nog y no me gustó. Leí Días entre estaciones y me gustó aún menos. No me va mucho la ciencia ficción. ¿Qué cojones hago leyendo un libro como este?. Los caminos de la lectura son inextricables.
I
Me llevé a casa este libro de la biblioteca y hasta que comencé el tercer relato y después de leer la información sobre el autor que aparece en la solapa posterior de la portada, no caí en la cuenta de mi error, dado que el autor no era Sergi Pàmies –que es a quien creía estar leyendo, aunque el estilo me parecía tan salvaje y distópico que me maravillaba ante la capacidad de reinventarse que tienen algunos escritores-, sino Sergi Puertas (Barcelona, 1971). A esas alturas y dado que los dos relatos que había leído -y no por orden, pues empecé por Obesidad Mórbida Modular y proseguí con Pegar como texto sin formato– me habían gustado bastante, merced a una prosa muy salvaje y muy bestia y muy visceral (también en sentido literal), esa clase de novela en la que ves salir dos manos del texto que te cogen la cabeza y te la fijan al papel y no te sueltan hasta que llegas a la palabra fin, si la hubiera, decidí ir hasta el final, lo cual me supuso no esfuerzo, sino deleite.
II
El libro lo conforman seis relatos de entre 20 y 60 páginas, relatos que cifran bien la imaginación desbordante de Sergi, pues aunque el marco distópico enmarca cada relato, cada uno de ellos es diferente y todos ellos muestran un futuro putrefacto, hediondo, enfermo, devastado, terminal, donde sin recurrir a los manidos temas apocalípticos, el autor manejará temas más originales como en Torremolinos con una Andalucía convertida en un estado desconectado de España y gobernado por un tirano, un militar, un tal Navarrete, con toreros, nazarenos y una tal Trini diciendo eso de “Yo no sé nada de todo esto, solo soy una coach” que me ha matao; La televisión (sigue) vendida al espectáculo, en Estabulario (título bien traído porque el mundo deviene ratonera o establo y nosotros animales cada vez más tecnificados) con un robot de cocina picando carne humana, drenando cualquier dignidad de los que al programa acuden buscando fondos. Y los encuentran. O bien un traje que como una segunda piel o más bien como un corazón puede causar la ruina de quién lo porta cuando todas vienen mal dadas. Uno de los relatos, Nuestra canción me ha gustado especialmente, por su ritmo hipnotizante, por un final explosivo o implosivo o. Algo que Puertas hace muy bien es crear atmósferas asfixiantes y angustiosas que se disuelven en la narración, impregnándola, donde acaecen situaciones límite, alimentadas de una tensión y una violencia que rechinan, y de ello da buena cuenta Manos libres con un final muy bestia.
Hablando de ecos, Puertas me recuerda a Jon Bilbao y sus tres primeros estupendos relatos de Estrómboli, relatos muy bestias, feroces, violentos, contundentes, sorprendentes, con una prosa que es flujo, reflujo e influjo (porque como afirmaba Pío Baroja «admiramos solo lo que no comprendemos» y el libro usa esa incomprensión por nuestra parte y nuestro asombro, como parte importante del armazón), relatos como los de Estabulario con los que superas sin percibirlo la fina barrera que te hace pasar de la indiferencia al interés, del interés al regocijo, del regocijo a las 2:12 de la madrugada camino de la cama -ya más bostezante que regocijado- con ganas de asesinar el despertador quitándole las pilas.
Habida cuenta del terreno que pisamos, digo: No pidamos literatura creíble, pidamos, aquí y ahora, literatura increíble, así Estabulario. Pueden pensar que exagero, incluso que deliro. A estas horas todo puede ser. Pero esto solo hay una manera de comprobarlo: un horizonte fractal de 256 páginas.
III
No creo que vea Black Mirror, no creo que lea más novelas de ciencia ficción (por mucho que la f(r)icción haga el cariño), pero sí es muy posible que lea más cosas de Puertas, si las hubiere.
!Benditos sean algunos equívocos como el presente!.
FIN