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Z-ManuelVilas

Z (Manuel Vilas)

La casa como confesionario, la nevera como interlocutor, su encenderse y apagarse el ruido de fondo de una banda sonora vital poblada de canciones de Lou Reed, de Patti Smith, en una ciudad, Zaragoza (o Zargoza, según reza la contraportada), aquí Z, de la que el narrador echa pestes, a lo Bernhard, de su calor infernal y pegajoso en verano, de los coches mal aparcados, de la suciedad de los bares, los vasos pringosos, apenas deslavados, donde la voz cantante la lleva un narrador que en 35 relatos y en primera persona nos hará copartícipes de su soledad, indolencia, escaso apego a los trabajos de mierda, mientras flanea por Z, hace compras de bolsos que lo amariconan, de valium que lo empastillan, de coches de segunda mano con aire acondicionado que lo hermanan con la modernidad, la asistencia a cines donde siestear y aliviar la soledad viendo Solas sin coscarse de mucho, víctima de San Valium. La irrealidad se manifiesta en las presencias de Kafka, Robespierre (que aparecerán más tarde en Los inmortales) en los boquetes cerebrales, afán faulkneriano -bajo una tórrida luz de agosto- de quitarse del medio, o de sentirse vampiro, víctima de toda clase de aprehensiones, sacando brillo a las cosas, sean grifos, pasillos, zapatos o piscinas, sin que lo prosaico pase de ahí, también hay algunos recuerdos porreros de finales de los setenta, como una variante al Me acuerdo pereciano y mucha polla, mucho testículo, pero apenas percibo, salvo en contados relatos como Mediterráneo, la lechada de la prosa seminal, más bien un zumbido adiposo y aletargante, algo así como a lo que nos aboca la chicharrina: Zzzzzzz.

Editorial Salto de Página 2014. 159 páginas.

Z fue publicado inicialmente en DVD ediciones en 2002.

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Resort (Juan Carlos Márquez)

Aquellos que alguna vez hayan ido con niños pequeños a un hotel sito en un lugar turístico playero reconocerán en esta novela de Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967) lo ajustado e in/verosímil de las anécdotas que alimentan la narración. Los que no hayan estado, además de unas cuantas risotadas, se harán una fidedigna composición de lugar de lo que deparan estos resort atiborrados de alemanes.

Márquez lo lleva todo al límite, parodiando situaciones cotidianas que su aguda mirada convierten en un auténtico disparate y esperpento, porque lo inteligente de la vitriólica narración es demostrar cómo la naturaleza humana a pesar de verse sofocada a diario por la educación, la cortesía y la diplomacia, a veces se desboca y lleva por ejemplo a un hombre a pelearse con otro sobre la orilla de la playa al ver a su hijo llorando, ofendido, desconsolado y quien sabe si agredido, o cómo la desorganización en un comedor lleva a este mismo hombre a perder los nervios con los camareros, u otro tanto le acontece en la piscina, donde le cantará las cuarenta al socorrista enchufado, ante una realidad burocratizada y mórbida, engordada a golpe de reclamaciones.

A las andanzas de la mujer, el hombre y el niño, se añade otro hilo narrativo de suspense que en parte aviva la narración, pues hay un niño alemán que ha desaparecido en el hotel, lo que le da alas al autor para tratar el asunto de las desapariciones y las consecuencias que esto pudiera acarrear al hotel, al sector turístico e incluso a las relaciones internacionales entre los países implicados, lo que llevará a unos cuantos agentes de policía a pernoctar en el hotel y de paso tener que lidiar estos con algo tan inflamable y capicúa como el deseo del cuerpo de la compañera o de la compañera del cuerpo, así como la fidelidad inhibidora, o la llegada de un bebé al hogar y el olor a ácido del vómito, la habitación como una prolongación del hospital…

No tiene mucho sentido entrar a mayores, porque esto supondría ya un destripamiento de la novela -y ya sabríais entonces quién es el asesino- que podéis leer en un periquete y en mi caso con sumo agrado, porque su falta de pretensiones y su humor (en ocasiones muy gamberro, como la de la voz omnisciente ante al granizado noticiero) me ha complacido tanto (aunque me haya resultado insuficiente su extensión) que éste es el primer libro que leo de Márquez pero no será de Los últimos.

Pedro Mairal

El año del desierto (Pedro Mairal)

El año del desierto de Pedro Mairal es la historia de una amenaza; la intemperie -un desierto que avanza- va cercando la Capital (Buenos Aires), lo que obliga a su población a tener que adaptarse a las nuevas circunstancias. Una amenaza que no es solo climatológica, sino que se ve agravada por la violencia generada por las bandas de la Provincia, que tratan de entrar en la Capital, y la respuesta también violenta del ejército, lo que se traduce en algaradas callejeras y muertos en las calles.

Lo que sucede lo vemos a través de los ojos de la joven María, quien vive con su padre, el cual morirá tras pasar éste varios meses en coma catódico (este es un momento absurdo y muy posiblemente lo mejor de la novela). El novio de María desaparece en una manifestación, es obligado a colaborar con su país tras ser alistado contra su voluntad en el ejército y finalmente acaba desertando y desapareciendo del mapa.

A medida que la intemperie avanza todo se complica; aumentan las dificultades, surgen las tensiones y la carestía hace aflorar los instintos más violentos. A María ya sin su padre y sin ningún familiar cerca, le toca buscarse la vida, después de perder su trabajo como secretaria en una de esas Torres que son como ciudades verticales. María debe reciclarse; como ella son muchos los que a consecuencia de la intemperie (que bien podría ser la Crisis) han perdido sus trabajos y sobreviven como pueden trabajando en lo que se les ofrece, así María, que encontrará empleo haciendo de enfermera en un hospital hasta que le obligan a marcharse a fin de no contraer la enfermedad, limpiando luego camas en hangares de un puerto, oficiando de cantante y barragana en un lupanar, ya bajo el apelativo de Molly, donde la vida de las chicas que trabajan con ella no vale nada, en manos de un Obispo despótico, una María siempre en movimiento, dejando más tarde la Capital, rumbo hacia Luján y finalmente a la deriva ante un horizonte azul monocromático: solo agua y cielo alrededor.

La imaginación de Mairal se cifra en dar cuenta de una ciudad asolada, en crisis, convulsionada, histérica, ante una amenaza que al comienzo de la novela avanza a buen ritmo pero que luego se queda en suspenso, pues uno imagina un escenario mucho más apocalíptico, abocado al precipicio, pero esto no es así, pues a pesar de todo la Capital aguanta, y la gente mejor o peor sigue haciendo su vida (más allá de la Intemperie, y más allá de la Política), incluso como dice alguien en la novela, la desgracia va por barrios y lo que sucede doce cuadras más allá no les concierne, porque cada barrio es un mundo propio. Esto despista, porque sin transición pasamos de vislumbrar el fin de la humanidad a algo que tiene las características propias de una crisis: carestía, manifestaciones violentas, hambrunas, enfermedades, hospitales bajo mínimos, las fuerzas del orden campando a sus anchas, el caos enseñoreándose por las calles, etc.

A las novelas como la presente les encuentro un pero, y es que o se escribe algo radicalmente nuevo o bien todo son ecos, interferencias de películas vistas y libros leídos que se cuelan en la narración. Así, leyendo la novela pensaba en La constelación del perro, en Brilla mar del Edén o en películas como Los últimos días, por citar algunas. Películas y libros, en los que los humanos se enfrentan ante una amenaza, ante lo desconocido, ante algo que decolora su porvenir y ante una situación donde el único afán es ya sobrevivir y en donde las conductas humanas a fin de cuentas siempre son clónicas y donde lo único que pudiera ser para el lector vivificante, subyugante y atractivo, sería una prosa radical, febril, enfermiza, delirante que en Mairal -tirando éste de manual y en una línea muy clásica, a pesar de algunos ribetes gore en las postrimerías- no la he encontrado, más allá de ser la novela un desplazar a María, su personaje, por distintos lugares y escenarios que languidecen, no por la intemperie, sino porque la novela no da mucho más de sí, una vez que las cartas están sobre la mesa y uno anhela entonces más “que acabe ya” que el “que dure sine die”.

El no haber pisado yo nunca Buenos aires y el no ser argentino, implican que mucho de lo que Mairal nos refiere, algo parecido a un palimpsesto en descomposición donde asoman los estratos, tanto a modo metafórico como mediante correspondencias históricas, a uno se le escapen y sólo capte lo arriba enunciado, lo cual tiene algo, o mucho que ver, presumo, con mi valoración de la novela.

Javier Moreno

Acontecimiento (Javier Moreno)

Javier Moreno
2015
Salto de Página
178 páginas

Javier Moreno es un escritor que suscita mi interés. Eso explicaría que haya leído hasta el momento tres novelas suyas: Click, Alma y 2020.

En Acontecimiento, el discurso tiene un mayor peso que la narración.

La novela comienza con esta frase: Si quieres que lo nuestro siga adelante tendrás que buscarte una amante.

Enunciado que le permite al autor reflexionar a través de su personaje sobre las relaciones de pareja cuando a medida que pasan los años la pasión y el deseo dejan paso a la monotonía, cuando las diferencias en la manera de entender el sexo dentro de la pareja entre el hombre y mujer se hacen evidentes y casi irreconciliables.

«El orgasmo era para mí la cúspide de la relación entre dos seres, el modo en el que el placer nos desfiguraba y nos amasaba durante un instante, dinamitaba las convenciones del día a día».

Una disociación entre amor y sexo de la que nuestro protagonista es capaz, pero que en el caso de su pareja no parece posible.

Hay reflexiones acerca de lo que supone la llegada de un hijo, la paternidad; una oportunidad para volver a creer de nuevo en palabras como la inocencia, la esperanza, el amor incondicional, también irracional: la abominación de los pitagóricos.

Además de los devaneos parejiles y el bálsamo filial también hay lugar para la amistad, ese amor sin sexo que supera cualquier embate. «La amistad entendida como esos dos puntos de un círculo que se separan, pero que fieles a una geometría inapelable, volverán a encontrarse en el futuro». Así los amigos.

El protagonista es un publicista de éxito, para quien «La estadística es la metafísica de nuestra época», para quien «Todo acto humano es un acto de consumo», consciente de que en esta sociedad de la información la publicidad debe adaptarse a un nuevo escenario «donde la persuasión se ve relegada ante la contundencia de los datos (esos datos que dejamos en nuestra presencia en la red). Tú eres así y estos son tus atributos. Cómpralos si puedes». Esa es la síntesis. El protagonista no es un nativo digital, pero se siente a gusto en las redes sociales, ante dinámicas de reconocimiento y de retuiteo constante, en esos muros de facebook que a pesar de que a mí se me antojan más bien como paredones de la intimidad, enganchan cada vez a más gente.

«La gente se refugia en las redes sociales para ponerse a salvo del azar de esa aglomeración de cuerpos a través de la esfera protectora de los amigos y contactos. Las redes sociales transforman la intensidad de la vida en el aburrimiento de la intimidad, el automatismo de la convención social en la intensidad del mensaje corto».

La perspectiva del protagonista es la de un horizonte cuyos atributos son la vacuidad y la insignificancia. Un presente tan acelerado ante el que preguntarse «Cómo ser hombres de nuestro tiempo, cuando nuestro tiempo muta demasiado rápido».

Hay momentos para las infidelidades, donde la prosa del autor mezcla sexo y humor tecnológico «No hay emoticonos para expresar la sensación de mi polla haciéndose sitio a través de su coño húmedo».

Decía al comienzo que había en la novela más discurso e ideas que sustancia narrativa que se plasma en media docena de momentos puntuales: la escena de cumpleaños de un niño en El Retiro, la conversación que mantiene en una limusina cavernaria con su amigo Antonio, el puñetazo que le arrea en toda la jeta Urdazi, el polvo que echa en un baño a una compañera de trabajo, las reuniones de grupo en el trabajo, la reprimenda a un joven vecino que hurga en su correspondencia…

Y son esas ideas lo mejor de la novela, ideas que trascienden la pátina intelectual, para afianzarse con entidad, merced a momentos discursivos como la Teoría de la españolidad vía jamón, o todo aquello que Javier Moreno tiene que contarnos sobre las redes sociales y las relaciones de pareja, embrollos todos, donde nos perdemos y consumimos, todos.