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Sodoma y Gomorra (Marcel Proust)

Sodoma y Gomorra es el cuarto libro de la heptalogía En busca del tiempo perdido de Marcel Proust (muerto hace cien años).
El título de la novela, de referencias bíblicas, nos aboca a la exploración que Marcel Proust, hará tanto de la homosexualidad (Sodoma; raza sobre la cual pesa una maldición y que tiene que vivir la mentira y el perjuicio, pues sabe que se considera punible y vergonzoso, por inconfesable, su deseo, ese deseo que constituye para toda criatura el mayor gozo de vivir), mediante su personaje el barón de Charlus, hermano del príncipe de Guermantes (pretendiendo primero al chalequero Jupien y más tarde al violinista Morel), como del lesbianismo (Gomorra), merced a Albertina -practicante del Safismo (lesbianismo entendido aquí como un vicio, y como tal reprobable)- la novia del narrador.

El caso Dreyfus sigue coleando, dividiendo las opiniones a favor y en contra; juicio personal que supone asimismo otro acerca de los judíos.

El estilo de Proust se mantiene inalterable. Trabajando al detalle cada secuencia, extenuando al lector con el análisis minucioso de la aristocracia que tan bien conoce.

Lo explica bien el traductor Mauro Armiño (responsable de la traducción de la editorial el paseo):

Lo que hace Proust es que, dando vueltas y vueltas por los recovecos, al final dices, pero si esto me pasó a mí, pero no me fijé. Pues él se fija y estuvo años y años sacando matices de todo lo que pensamos y hacemos o dejamos de hacer.

Leo:

Guermantes y no a Luis el Gordo, su hermano consanguíneo pero segundón; en tiempo de Luis XIV, guardamos luto por la muerte de Monsieur, por tener la misma abuela que el rey. Aunque muy por debajo de los Guermantes, se puede citar a los La Trémoïlle, descendientes de los reyes de Nápoles de los condes de Poitiers; a los Uzès, poco antiguos como familia, pero los más antiguos como pares; a los Luynes, muy recientes, pero con el lustre de las grandes alianzas; a los Choiseul, a los Harcourt, a los La Rochefoucauld. Agregue también a los Noailles, a pesar del conde de Toulouse, a los Montesquiou, a los Castellane, y, salvo olvido, a nadie más. En cuanto a todos esos señoretes que se llaman marqueses de Cambremerde o de Vatefairefiche, entre ellos y el último soldado raso del regimiento de usted no hay ninguna diferencia. Lo mismo da ir a hacer pipí a casa de la condesa Caca que ir a hacer caca a casa de la baronesa Pipí: en uno y otro caso es comprometer la propia reputación y usar como papel higiénico un trapo sucio, lo que no está bien.

Como sus comidas y estancias en la casa de la duquesa de Guermantes. Aquí el enfrentamiento es entre la duquesa Cambremer y madame Verdurin. Arrendadora y arrendataria. El pintor Ski reemplaza a otro, Elstir, en las preferencias del «cogollito», en especial de Madame Verdurin.

Saludo con alegría los apuntes etimológicos de Brichot, que por otra parte, según el narrador desvelan el misterio, en favor del conocimiento, sobre el origen de las palabras.

El narrador sigue en su tira y afloja con Bloch, con Saint-Loup. Presentes los celos cuando Albertina anda por medio. Curiosamente parte de la novela transcurre en los vagones de tren en los que se desplaza el narrador camino de sus encuentros sociales.

La presencia de Swann es episódica (como la de Odette, su hija Gilberta o Francisca, la ama de llaves), sumido este en el estado terminal de su enfermedad. La muerte de la abuela, contada en la novela anterior, parece desplegar aquí sus efectos al tomar el narrador conciencia de ella.
El narrador pasea con Madame Villaparisis (tía de Sant-Loup), se enamora de Andrea, pero a tenor de cómo concluye la novela todo parece ir encaminado a una posible boda entre el narrador y Albertina.

Uno de los escenarios de la novela es Balbec, ciudad balnearia imaginaria , a la cual regresa.

No faltan los apuntes literarios, las menciones a Balzac a Chateubriand y sus obras, autores aquí encarecidos. Asimismo a obras de deliciosa lectura como Las mil y una noches.

A partir de aquí me restan tres novelas más: La prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado. 1200 páginas por delante. Más de 2540 páginas ya por detrás.

En busca del tiempo perdido.

1. Por el camino de Swann
2. A la sombra de las muchachas en flor
3. El mundo de Guermantes

Traducción de Consuelo Berges.

Con algunos libros tenemos la posibilidad de leer distintas traducciones, como sucede con En busca del tiempo perdido.

En la edición de Alianza (es la que estoy manejando en mi lectura) Pedro Salinas tradujo los dos primeros volúmenes. El tercero lo hizo Pedro junto a José María Quiroga Pla. El cuarto, quinto, sexto y séptimo corrieron a cargo de Consuelo Berges. Valdemar en el año 2000 hizo la traducción completa obra de Mauro Armiño en tres volúmenes.
Lumen hizo lo propio contando con Carlos Manzano como traductor, en los siete volúmenes.

La editorial El paseo, ha editado ahora los dos primeros tomos de la heptalogía con traducción de Mauro Armiño.

Y Alba, en esa edición de lujo que es Alba Clásica Maior, ha publicado los dos primeros tomos en un solo volumen con traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego. Traducciones por tanto en curso que desconocemos el recorrido que tendrán, pero que sería bueno llegasen a buen puerto, de cara a ofrecer la traducción de toda la saga completa.

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Calle de las Tiendas Oscuras (Patrick Modiano)

Patrick Modiano publicó Calle de las Tiendas Oscuras en 1978, con 33 años. No llegó a España hasta 2009. Sorprende, considerando que esta novela se llevó en su día el Premio Goncourt. La publicaría Anagrama con traducción de María Teresa Gallego Urrutia.
Esta es la cuarta novela que leo de Modiano (Accidente nocturno, Un circo pasa y La hierba de las noches) y la que más me ha gustado. Modiano trabaja aquí el tema de la identidad y la memoria. Un tal Guy Roland, tratará de averiguar quién es él, dando forma y relieve a su pasado, el cual se va componiendo como las pequeñas teselas de un mosaico, recogiendo datos, nombres, fechas, fotografías, direcciones postales, que sus interlocutores le van brindando en las distintas conversaciones que mantiene con ellos. Guy va tirando del hilo, desmadejando el embrollo, tratando de armar las piezas de un muñeco muy endeble, durante los años de la Ocupación. Modiano -así nos lo hace saber por boca de sus personajes- sabe que apenas dejamos huella con nuestras vidas, que nuestras existencias son poco más que un suspiro, que en todo caso, más que llenarnos la boca con las cosas que hacemos o dejamos de hacer, son los otros, los que nos construyen, sustentan y sustraen del olvido recordándonos. Esa es la premisa. A Guy le bastaría simplemente con que alguien le reconociera, le pusiera cara. Parece cuestión baladí, no lo es y sobre este asunto, Modiano arma una novela muy notable que he leído del tirón y cuyo final es consecuente. La vida es una búsqueda, un ir al pasado, pues como dice uno de los personajes lo importante no es el porvenir, sino el pasado, y en el caso de Guy de nada le serviría ir sumando días sin reconocerse.

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La hierba de las noches (Patrick Modiano)

Esta es la tercera novela que leo de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt), después de Accidente nocturno y Un circo pasa y siempre tengo una sensación parecida. Cuando comienzo sus novelas éstas me parecen anodinas, triviales, banales, monótonas y luego poco a poco voy reconociendo el estilo del autor francés: historias donde no sucede nada aparentemente llamativo, ni grandilocuente, donde la historia no reviste una gran complejidad, y lo que hay es una narración leve, liviana, amena, y a ratos divertida. Me sucede leyendo a Modiano lo mismo que experimento leyendo a Enrique Vila-Matas, que en sus historias encuentro siempre algo que acaban interesándome, atrayéndome, captando mi atención, en definitiva.
Aquí la historia es desentrañar un misterio, de la mano de un escritor un tal Jean, que en su día, hace casi medio siglo, conoció a una joven, Dannie. A Modiano le interesa cómo gestionamos el pasado y el presente, Cómo el pasado es un lenguaje en clave que solo puede ser descifrado transcurrido unos años. Así, Jean, el protagonista de la novela irá transmitiendo mensajes en morse como dice él que más tarde, décadas después irá comprendiendo, envuelta la narración en un velo de novela negra, con dos muertos sobre la mesa.
Si en otras novelas lo que se hace es es contarlo todo y apabullar al lector con múltiples datos y detalles de la vida de los personajes, Modiano hace lo contrario, porque sus novelas son cortas, no hay mucha paja, el narrador es tímido, pregunta poco, y cuando pregunta no obtiene respuesta, así que decide preguntar menos y observar más. En su mirar registra y anota la ciudad de París, cómo ésta va cambiando, mudando la piel a medida que se van cerrando los locales, y comercios, clausurando ciertos edificios y construyéndose otros, una geografía urbana que a Modiano creo que le interesa especialmente.

Anagrama. 2012. 167 páginas. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia.