Ya puestos en ruta hacia la zona de marcha, hicimos una parada en una plaza al final del paseo, frente al mar, iluminado de barcos que guiñaban sus ojos al faro, donde tocaban un grupo de Cali, llamado «Ecos de Colombia»,que embutidos con pasamontañas guerrilleros interpretaban las canciones con ráfagas de metralleta. Nos fuimos de allí escopeteados.
La noche avanzó hacia nuevos abrevaderos. Dejamos las pateras fueras y entramos en La Escollera, donde nos deleitamos con el pitilingorri (kas limón con vino blanco). El camarero estaba triste, consciente de que le quedaban 1000 ladridos para convertirse en un perro de presa devorador de lolitas.
Para luego entablar conversación con una chica que hacía arquitectura. Empezamos con las asignaturas troncales y cuando ya se iba, me gritó al oído (desde entonces me dan vértigos con frecuencia) que desde que su novio la cogía con vicio, estaba aprendiendo a moverse (algo me contó de unos movimientos acrobáticos que ambos realizaban al unísono en dirección norte-sur, que la dejaban agusto). Le repliqué que desde pequeño era hiperactivo y que el movimiento y la fuerza para mi eran normales, una ciencia sin misterio alguno.
En el templo del bebercio organizamos una buena. La mitad del camping estaba presente, y comenzamos a desgranar licores. Llegaron entonces los de la «Asociación de Amigos del Botellón» que con su » Decreto para la normalización del uso del calimotxo» y su loada «Ley de Mezclas» nos dieron la nochecita. Acusaban al tío del bar de incumplir lo dictado por «La Ley de Mezclas» en cuanto al porcentaje de vino precisado para formular un calimotxo legal.
Ante la reprobación general hubo de pasarse a la cata, mediante una ráfaga de quinitos rápidos. Llevaban razón, aquello no era calimotxo ni nada parecido, solo sabía a cola loca. Como era la tercera falta cometida, vinieron los nacionales, que tras unos tragos de porrón, se lo llevaron preventivo a una celda de castigo en Caceres II, total para nada, volvió como se fue, sin sentir ningún aprecio ni por la cultura nipona ni por su bandera.
Peor suerte corrió el responsable de implantar la ISO 9002 o norma de calidad, en el garito.
Le mató su profesionalidad. Un tío de los de antes, trabajador, honesto, fajado en lo que hacía en alma y cuerpo (perdió medio hígado en el empeño), con tanta cata y tanta calidad, finalmente pidió la baja voluntaria.
Enseguida firmó como vocal de la «Agrupación de Ex-Anónimos Alcohólicos». Trece lunas después viendo a Garci en el programa de la 2, tuvo claro que suponía ser un ex, casi lo mismo que un asterisco, nada, y se fue anónimamente sin decir esta boca es mía.
«La Gacetilla de Laredo», que en tema de periodismo es puntera, los jueves , hace mención especial de los nativos de la villa más insignes, y nos enteramos de que el señor X, ahora trabajaba como enlace sindical en un partido que abordaba temas universales como la eutanasia-etílica. El partido lo definieron según cuentan como «Movimiento Obrero de Centro para el Derecho a un trago digno».
La noche seguía moviéndose o más bien todo daba vueltas en torno nuestro.
A la entrada a una discoteca, un pastillero juvenil me ofreció una píldora, a la vez que me preguntó a bocajarro si el verbo amar era transitivo.
Depende. Si solo te das amor a ti mismo, además de triste y aburrido es reflexivo. Pero si tienes la suerte de poder amar alguien entonces tu amor pasa a ser transitivo. El joven se quedó bastante convencido y me regaló una pastilla. Uno que es un defensor a ultranza de los lacasitos la rechazó. Quedamos parras y nos fuimos a otro garito.
Entramos en el Boxer y no había pista en donde aterrizar. Vimos un hueco en la barra. La azafata se sentía ofuscada al no tener claro si pacharan era con «ch» o «tx», Con buenos modos le indicamos que pillase la botella de Etxeko que tenía detrás suyo a la altura de los omóplatos. Vació la botella en siete vasos de tubo, sin hielo, y nos cobró 1000 pelas, un precio muy ajustadito. Nos fuimos de allí volando.
En otro garito, el Bulevard, en donde la peña bebía red bull mezclado con licores, fui al baño. Una pareja discutía, porque ella le reprochaba a él, que estaba harta de sus adjetivos. Él, reclamaba su derecho a calificarla como sutil, generosa, solidaria e indisolublemente bella, para terminar los dos abrazados, él bebiendo de sus lágrimas.
Un colega de la cuadrilla se llegó de las Europas a unirse con nosotros en nuestra peregrinación etílica, después de vender su chorizo al mejor postor (no digo la marca del Chorizo, ya que no hemos llegado a un acuerdo de sponsorización). Una boca más que alimentar y menos espacio en las tiendas. Nadie dijo que iba a ser fácil.
Con tanto trajín de bares, me noté percudío, salí a ver si me encontraba, y me hallé duplicado, dejé el martini, y comencé a beber agua de las fuentes. Volvimos al camping poco antes de que amaneciese.
Unos durmieron dentro de las tiendas. Yo lo hice a la intemperie.
Pasé las horas contando estrellas. Es más divertido que contar ovejas. Cuando llevaba varias constelaciones y fui consciente de que ninguna extraterrestre a la deriva en busca de «universos-sombra» me iba hacer una abducción, cerré los ojos, y luego debí dormirme.
Hasta que el sol empezó a calentar y las incesantes pisadas de los que salían de las tiendas me hicieron espabilarme con el cuerpo magullado y huir hacia el baño.
Pensé entonces que nadie había «pagado el pato». Me equivocaba. Luego supe por un colega que cuando se levantó a la mañana a cambiar el agua a las flores y saludar a las petunias (!si en ese desierto solo había cactus!), le abordó el sheriff y mantuvieron una conversación.
– ¿ Viste como alguien pagó el pato ?.
– No
– Ha sido esta misma noche
– ????
– Pues a la cinco he tenido que expulsar a unos del camping.
Al parecer nos libramos de milagro. Tras irnos del Camping, la gente no podía parar siguiendo nuestra estela, y es que un chibirichá a tiempo es una bendición non-stop.
Fue una suerte estar presente buena parte de la noche. Hasta que alguien me pulsó el Standby, dejándome en estado de espera. Si llegue al camping fue con el piloto automático puesto.
Quiero agradecer a todos aquellos que han hecho posible esta historia:
Policia Foral de Laredo, Vigilantes del Paseo, Amigos del Botellón, La Gacetilla de Laredo, Agrupación de Ex-Anonimos Alcohólicos, DIA, Camping Costa Esmeralda, La Escollera, Funcionario de Prisiones de Caceres II, Boxer, Bulevard, La zona azul de Castro Urdiales, La gente del camping, el perro y la niña y a toda la gente que circuló por esa zona esos días tan importantes en nuestras vidas y en especial al Mar Cantábrico que fue testigo de nuestras fechorias y guarda silencio.